La magia de la Mandrágora

La mandrágora (Mandragora atumnalis) es una planta que contiene atropina que administrada en pequeñas dosis adormece, pero por el contrario, en grandes dosis, estimula hasta el punto de provocar alucinaciones, quizá por eso en la Edad Media se decía que era una planta que “adormece el primer día y vuelve loco el segundo”.

En la antigüedad era la planta de las brujas y hechiceros por excelencia, incluso se dice que a Juana de Arco la juzgaron porque la encontraron llevando raices de mandrágora encima. Sus utilidades eran muchas y variopintas, por ejemplo se utilizaba para aullentar a las “fieras” y por eso se plantaba alrededor de las casas, también para aullentar a los malos espíritus o para realizar ritos amorosos.


Será también en la Edad Media donde esta planta pase de convertirse en medicinal a darse por una planta maldita vinculada a rituales, brujas y hechiceros. La mandrágora contenía el alma de los desesperados y quien la poseía podía escapar a los atentados y volverse invisible. Indicaba también dónde estaban ocultos los tesoros, fecundaba a las vacas y les daba doble leche. Y si se cuidaba durante siete años después de arrancarla se decía que se transformaba en un niño real tras un extraño y complejo ritual.

Uno de los casos más conocidos que alentaba la relación entre brujería y mandrágora ocurrió durante el juicio de Juana de Arco. Durante el proceso de Ruan en el que se puso en duda la validez de la capacidad visionaria de la Dama de Orleans, los jueces la acusaron de llevar oculta entre sus ropas una raíz de mandrágora, un ser demoníaco del que obtenía su maravilloso poder de adivinación y su don de mando, pues según las leyendas, si la raíz de mandrágora se mantenía en casa bien cobijada con paños de seda o lino y si era apropiadamente cuidada y alimentada movería su pequeña cabeza para afirmar o negar a las preguntas que se le hicieran. Estas declaraciones fueron cruciales en la sentencia de muerte de la joven heroína francesa.